Permacultura para todos




Son muchos los nuevos vocablos y conceptos que se cuelan en nuestras vidas a diario. Bien sea a través de los medios tradicionales, de la fuente inagotable que es la actividad en redes sociales, de nuestras lecturas y portales de cabecera o de alguna de nuestras conversaciones diarias, vamos tomando contacto y haciendo sitio a nuevos significantes para nuevos significados. Cuando parece que todo está inventado, y en un momento en el que la creatividad está sometida a la tensión de revisarse continuamente para encontrar resultados y soluciones novedosos, impactantaes y frescos, resulta sorprendente darte de bruces con ideas que te abstraen. Quizás lo hacen por un tiempo breve pero intenso y aunque no más sea para tratar de entenderlas e integrarlas en la vida. Algo así me ocurrió con la palabra permacultura. Eso y que soy curiosa por naturaleza.

 

Y de naturaleza “va la cosa”. Precisamente de reivindicar el valor de lo natural por auténtico, por sano…porque es sinónimo de equilibrado y respetuoso con todo y con todos. Hasta contigo mismo.

 

Lo que empezó siendo un concepto asociado a la explotación agrícola en términos de sostenibilidad, responsabilidad y ecología ha transcendido hasta lograr definir, a un golpe de palabra y vista, un estilo de vida que vira hacia el cuidado consciente de nosotros mismos como individuos y de nuestro entorno a partir de las decisiones, elecciones y acciones que tomamos para conducirnos por la vida.

 

Hablamos de economía sostenible, de economía circular y reciclaje por supuesto, de ecología y de un renovado espíritu “maker” que busca optimizar los recursos que son limitados. Pensar en darles a las cosas una segunda y tercera vida útil, recrearnos en nuestra creatividad y experimentar en toda su extensión nuestra existencia como seres humanos dotados de cierta racionalidad. Todo comienza con la reflexión, individual y colectiva, para concluir que hemos llegado a un punto en que el maltrato a nuestro entorno nos ha convertido en las principales víctimas de un estilo de vida tóxico, caduco y que amenaza con poner fin a nuestra propia existencia. Tras la reflexión, el análisis y la comprobación de que esto es así-estudios y datos científicos no paran de demostrárnoslo- viene la toma de conciencia. Para mi ese paso es un acto íntimo e individual. Un momento en el que la responsabilidad de cada uno de nosotros toma carta de naturaleza y adquiere un gran valor cuando caemos en la cuenta de que si muchos ya pensamos así y actuamos así, dándole un sentido ecológico al acto de vivir, entre todos podemos lograr cambios importantes. Y luego viene la decisión, también partiendo de lo individual y así es que decides comprar diferente, consumir diferente y relacionarte con la naturaleza de una forma amigable, sintiéndote parte de ella y cuidándola mientras la disfrutas. Pasas en definitiva a vivir diferente y a que tu opción sea un ejemplo para otros. Y por fin, tu opción, mi opción pasan de ser la excepción a convertirse en la solución.

 

Recientemente el diario The Economist publicaba un artículo que se hizo rápidamente viral. En el texto se listaban hasta 20 puntos, 20 cuestiones importantes que están cambiando o van a cambiar a un ritmo muy rápido. Algunos de esos cambios se han visto acelerados y favorecidos por estos meses de dura crisis universal en la que estamos sumidos y que han puesto al ser humano más evolucionado ante la tesitura de tener que enfrentarse con peligros extremos, con situaciones muy graves que complican nuestra salud, nuestras economías y la estabilidad virtual de un mundo inestable.

 

La sociedad del bienestar, esa pantalla, esa visión virtual que a menudo forma parte de tantos y tantos programas políticos-hablando de su garantía y prevalencia-salta por los aires porque es un constructo muy débil subido sobre los pilares de comportamientos anti-naturales que atentan directamente contra el ser humano.

 

Y no se trata de “volver a la cueva”, pero sí de salir de la caverna de Platón en la que las sombras proyectas nos distraen, nos alejan de nuestra condición de seres humanos con energía y poder para hacer las cosas mejor y comportarnos de manera coherentemente humana, por mí, por ti, por todos.

 

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